domingo, 28 de abril de 2013

La innovación disruptiva aplicada en los hogares para las promesas de éxito (*)


Seguimos comentando sobre la innovación disruptiva planteada por Clayton Christensen desde las aulas de la Harvard Business School.



Hace poco en una entrevista, Christensen acogió la pregunta: ¿Qué podemos hacer en casa como padres para seguir la línea del pensamiento y el enfoque de la innovación disruptiva para mejorar la educación?.

Sin duda, es un cuestionamiento claro que esperaba una respuesta directa y, sobretodo, práctica que ahora compartimos.

Él menciona que el nivel básico de capacidad intelectual de un niño está casi bloqueada a los tres años. Las investigaciones hechas por académicos de universidades especializadas en todo el mundo sostienen eso. Esto se explica por lo siguiente:

Sucede que lo que hicieron fue colocar cámaras de video en los hogares donde había nacido un niño y grabaron la interacción de los padres con los niños que eran tan pequeños  que ni hablaban todavía. Observaron que algunos padres hacían que sus pequeños tuvieran charlas sofisticadas con éstos a través del contacto visual “–ojo a ojo-“, cara a cara. Incluso antes de que el niño hablase  había conversaciones llenas de preguntas  cuestionadores como: ¿Crées que serás tan hermosa como tu madre cuando crezcas?, cosas de ese estilo. A esa comunicación la llamaron “el baile del lenguaje”.  Luego, los investigadores observaron que había otros hogares en los que los niños quedaban a un lado con la televisión y llamaron a esa comunicación “lenguaje utilitario” pues estaba llena de frases como: “come esto”, “vamos a cambiarte el pañal”, “no llores”, “es hora de dormir”.

Al revisar las cintas que registraron estas interacciones, descubrieron que los padres cuyos niños estaban en el ”baile del lenguaje”, a los tres años, habían oído un total de 48 millones de palabras; y los niños cuyos padres no eran comunicativos solo oyeron 8 millones de palabras. Es una diferencia con un factor de 6. Luego estudiaron a los niños hasta sus 12 años y analizaron sus resultados en las escuelas. La correlación es perfecta entre su desempeño escolar y el grado en el que sus padres los hicieron trabajar  en conversaciones adultas, cara a cara, antes de que pudieran hablar.
Ahora sabemos, gracias a la neurociencia cómo se desarrolla el cerebro. Las neuronas se disparan gracias a la sinapsis y responden a estímulos. Lo que ocurre en las cabecitas de los bebés  cuando sus padres los ocupan con este proceso es que los patrones de desarrollo de las conexiones sinápticas de sus cabezas son muy sofisticados.

Algo más: no hay correlación con la educación de los padres o con las clases sociales. Uno puede tener padres de clase alta y con gran educación quienes están tan ocupados con sus carreras que dejan a los niños aparte y solos para tener charlas de adultos. Y luego tenemos padres de clase baja con poca educación quienes sí usan este modelo.

Lo que asusta y preocupa es que en la búsqueda del dinero y la riqueza cada vez hay más padres que pasan más tiempo ocupados en sus carreras profesionales y dejando a sus niños en las guarderías. En las guarderías los niños sólo oyen el lenguaje de mantenimiento como “come esto” “no hagas esto”, “vamos a cambiarte el pañal”. En los primeros años  cuando se forja su capacidad cada vez más padres delegan eso a guarderías o lugares similares. Nuestra capacidad se forja hasta los tres años y lo mejor que pueden hacer todas las escuelas es lograr que esos niños no retrocedan todavía más.
“Los padres pueden hacer muchísimas cosas en casa para poder trasladar el éxito a sus hijos”, indica Clayton Christensen.


(*) Nota: Recientemente Clayton Christensen fue nombrado el hombre más influyente del Management 2011. En este artículo se basa en una entrevista a Clayton Christensen en HSM Specials y es comentado por F. Antonio Lirio, docente de la Escuela Académico Profesional de Administración de la FAT, UNASAM.

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