Seguimos comentando sobre la innovación disruptiva planteada
por Clayton Christensen desde las
aulas de la Harvard Business School.
Hace poco en una entrevista, Christensen acogió la pregunta: ¿Qué podemos hacer en casa como
padres para seguir la línea del pensamiento y el enfoque de la innovación
disruptiva para mejorar la educación?.
Sin duda, es un cuestionamiento claro que esperaba una
respuesta directa y, sobretodo, práctica que ahora compartimos.
Él menciona que el nivel básico de capacidad intelectual de
un niño está casi bloqueada a los tres años. Las investigaciones hechas por
académicos de universidades especializadas en todo el mundo sostienen eso. Esto
se explica por lo siguiente:
Sucede que lo que hicieron fue colocar cámaras de video en
los hogares donde había nacido un niño y grabaron la interacción de los padres
con los niños que eran tan pequeños que
ni hablaban todavía. Observaron que algunos padres hacían que sus pequeños
tuvieran charlas sofisticadas con éstos a través del contacto visual “–ojo a
ojo-“, cara a cara. Incluso antes de que el niño hablase había conversaciones llenas de preguntas cuestionadores como: ¿Crées que serás tan hermosa como
tu madre cuando crezcas?, cosas de ese estilo. A esa comunicación la
llamaron “el baile del lenguaje”.
Luego, los investigadores observaron que había otros hogares en los que
los niños quedaban a un lado con la televisión y llamaron a esa comunicación “lenguaje utilitario” pues estaba llena
de frases como: “come esto”, “vamos a cambiarte el pañal”, “no llores”, “es hora de
dormir”.
Al revisar las cintas que registraron estas interacciones, descubrieron
que los padres cuyos niños estaban en el ”baile
del lenguaje”, a los tres años, habían oído un total de 48 millones de palabras; y los niños cuyos
padres no eran comunicativos solo oyeron 8
millones de palabras. Es una diferencia con un factor de 6. Luego
estudiaron a los niños hasta sus 12 años y analizaron sus resultados en las
escuelas. La correlación es perfecta
entre su desempeño escolar y el grado en el que sus padres los hicieron
trabajar en conversaciones adultas, cara
a cara, antes de que pudieran hablar.
Ahora sabemos, gracias a la neurociencia cómo se desarrolla
el cerebro. Las neuronas se disparan gracias a la sinapsis y responden a estímulos. Lo que ocurre en
las cabecitas de los bebés cuando sus
padres los ocupan con este proceso es que los patrones de desarrollo de las
conexiones sinápticas de sus cabezas son muy sofisticados.
Algo más: no hay correlación con la educación de los padres
o con las clases sociales. Uno puede tener padres de clase alta y con gran
educación quienes están tan ocupados con sus carreras que dejan a los niños
aparte y solos para tener charlas de adultos. Y luego tenemos padres de clase
baja con poca educación quienes sí usan este modelo.
Lo que asusta y preocupa es que en la búsqueda del dinero y
la riqueza cada vez hay más padres que pasan más tiempo ocupados en sus carreras
profesionales y dejando a sus niños en las guarderías. En las guarderías los
niños sólo oyen el lenguaje de mantenimiento como “come esto” “no hagas esto”, “vamos a cambiarte el pañal”. En los
primeros años cuando se forja su
capacidad cada vez más padres delegan eso a guarderías o lugares similares.
Nuestra capacidad se forja hasta los tres años y lo mejor que pueden hacer
todas las escuelas es lograr que esos niños no retrocedan todavía más.
“Los padres pueden
hacer muchísimas cosas en casa para poder trasladar el éxito a sus hijos”,
indica Clayton Christensen.
(*) Nota:
Recientemente Clayton Christensen fue nombrado el hombre más influyente del
Management 2011. En este artículo se basa en una entrevista a Clayton
Christensen en HSM Specials™ y es
comentado por F. Antonio Lirio, docente de la Escuela Académico Profesional de
Administración de la FAT, UNASAM.
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