Muchos hablan de la innovación. De la innovación disruptiva, algunos. Muy pocos de la innovación disruptiva
aplicada a la educación. Clayton Christensen es uno de ellos.
Hace algunos años se le pidió a este profesor de la Harvard Business School usar su investigación
(sobre la innovación disruptiva) en la educación. No se trataba de encomendarle tratar la
educación como un objeto de análisis en términos estadísticos, sino de apreciar
la educación a través de su
investigación. Sus conclusiones fueron
sorprendentes. Éstos fueron relatados en una reciente entrevista que ahora
damos cuenta.
Él menciona que hay un modelo comercial que evolucionó en la
educación cuyas raíces provienen de finales del siglo XIX cuando la tecnología
de fabricación evolucionó hasta el punto en el que se fabricaban productos en
grandes cantidades. Ese modelo de
fabricación de tan bajo costo y eficaz en relación con las tecnologías previas
se importó o trasladó hacia las escuelas en la idea de tener grandes cantidades
de alumnos, colocarlos a todos en un aula y enseñarles.
De hecho que era una buena tecnología en aquella época. Sin
embargo, lo que se ha aprendido ahora es que hay diferentes inteligencias. “En
verdad, debe haber probablemente ocho tipos diferentes “, sostiene
Christensen. Agrega: “Uno nunca puede
considerar que uno es más inteligente que otro porque todos somos muy
inteligentes en alguna inteligencias y
muy ignorantes en otros tipos. Cuando enseñas frente a un gran grupo de alumnos, uno enseña de una forma que es
consistente con tu tipo de inteligencia. Eso significa que hay siete octavos de
nuestros estudiantes que no están
aprendiendo o aprenden de forma muy ineficiente.”
A manera de ejemplo, relata el profesor de la HBS: “Cuando estudiaba Física en la secundaria mi profesor de Física, Steed,
enseñaba escribiendo ecuaciones en la pizarra, y mi mejor amigo Robert Graves
podía ver las ecuaciones y visualizar cómo
operaba todo el universo. Pero cuando yo veía las ecuaciones, comenzaba a
rezar…para poder memorizarlas lo suficiente como para aprobar”. (…) Luego del examen, obviamente, olvidaba todo
por completo. Y ahora nos damos cuenta de que el motivo por el cual mi amigo entendía
todo y yo no, no es que él era más inteligente sino que él tenía un tipo de
inteligencia llamada “lógico-matemática”, y mi tipo de inteligencia es “espacial”.
Yo puedo ver patrones en las cosas. Lo hago bien. La mente de Steed, el
profesor, era como la de Graves. Ambos
se la pasaban hablando muchísimo tiempo
y ocasionalmente el profesor me miraba
y yo no podía entender por qué yo no entendía. Ahora sé que simplemente
mi cerebro era diferente. ¿Cómo se resuelve el problema?. Tienes un profesor
cuyo cerebro está conectado con el tipo de
inteligencia dominante en el campo donde otro tipo de inteligencia es la
“lingüística”. Entonces, enseñamos a deletrear a la mente “lingüística” por intermedio de otra mente
“lingüística” y mi amigo Graves con su
mente “lógica-matemática” no aprende a
deletrear. No solo no sabe deletrear sino que tampoco le importa. Este es el
problema…”, añade, Christensen.
La lección es que, como sostiene Christensen, debemos
personalizar la forma en la que enseñamos
para que encajen con la forma en
la que nuestros cerebros están conectados al aprendizaje genéticamente o en la
infancia. Y la única forma de hacer esto es migrar la forma de enseñar los contenidos hacia el software. El
experto sostiene que no se debe obligar a los profesores a que enseñen ese
contenido pues hay tantas otras cosas que pueden hacer los profesores. Pero el
motivo por el cual necesitamos migrar al software es que se puede personalizar la enseñanza. De
esta manera, cuando uno aprende física, lo aprende con diagramas y con
patrones. Podemos aprender de formas muy profundas y útiles pero eso debe
encajar con la forma en la que nuestros cerebros están conectados con el
aprendizaje. Se trata de migrar las instrucciones hacia la computadora. Esta
práctica es realmente disruptiva para el profesor. Al final los profesores se beneficiarán pues actuarán
como tutores y no como conferencistas, sostiene Clayton Christensen.
La teoría de la disrupción dice que se necesita evitar que
la computadora ingrese por la fuerza al mismo sistema de aula en el que enseña
el profesor porque solo podrá usar la computadora para sostener el modelo ya
existente. La clave es desplegar el aprendizaje basado en computación contra el
no consumo, en donde tienes escuelas que
no tienen el alcance para ofrecer la clase
o donde tienes estudiantes que aprenden en casa. Luego, poco a poco, el
aprendizaje basado en la computación irá mejorando hasta lograr cursos
individuales a partir de las instrucciones convencionales.
Cuando eso ocurra, los
estudiantes podrán aprender de la forma
en que sus mentes están conectadas para aprender. Los profesores serán tutores
de estudiantes individuales y no serán conferencistas ni controladores de multitudes.
Y el resultado será mejor, pero debemos hacerlo bien. Ese es el reto.
(*) Nota:
Recientemente Clayton Christensen fue nombrado el hombre más influyente del
Management 2011. En este artículo se basa en una entrevista a Clayton
Christensen en HSM Specials™ y es
comentado por F. Antonio Lirio, docente de la Escuela Académico Profesional de
Administración de la FAT, UNASAM.
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