miércoles, 11 de abril de 2018

¿Cómo no vivir idiotamente?

Recuerde a El Ciudadano Kane, el héroe de la película de Orson Welles, que quiere triunfar a cualquier precio. El millonario posee todo: las cosas más bellas y más caras del mundo, reunidas en su palacio de Xanadú. Dispone de hombres y mujeres que le sirven y satisfacen todas sus ambiciones. Al final de su vida, Kane se pasea solo en sus salones cubiertos de espejos, que le devuelven su propia silueta solitaria.

Esta película es una parábola. Kane descubre demasiado tarde que tuvo todo lo necesario, menos lo esencial: la parte humana. Obsesionado por la idea de acumular objetos y dinero, trató a las personas como si fueran cosas… Compró y vendió personas, las doblegó y las manipuló: sus amantes, sus empleados, sus rivales políticos y hasta sus amigos. Era su manera de ejercer el poder. Pero el dinero no puede servir para comprarse una amistad. Con millones se puede, a lo máximo, rodearse de espíritus serviles. No tuvo esos dones más sutiles, que solo las personas pueden dar, esa complicidad fundamental que no aparece sino entre iguales: el respeto, la amistad, el amor.

Muchas personas se engañan sobre lo esencial: se puede ser muy inteligente en negocios o en política, y un asno en dominios más serios como el vivir bien. Se puede ser un genio en matemáticas y un cretino en moral. Estoy seguro de que hay premios Nobel muy inteligentes en su especialidad, que son verdaderos imbéciles en el arte de vivir.

¿Cómo no vivir idiotamente? Adquiriendo lo que se llama la conciencia, o si usted prefiere, un buen gusto moral. Claro que esto no se encuentra en un supermercado. Se necesita un mínimo de condiciones sociales y económicas para esto: si nadie lo trata como un ser humano, no es de extrañar que evolucione hacia la bestia. Tener esta conciencia es vigilar si lo que nosotros hacemos es fiel a lo que queremos, es renunciar a los prejuicios que nos permiten no sentirnos responsables. No por transformar las otras cosas, defendemos nuestro derecho a no ser cosas para los demás. Kane es su propio y peor enemigo porque no se respeta a sí mismo: su desesperación al fin de su vida no era solamente causada por la pérdida de los afectos de su infancia, sino por su obstinación en haber consagrado su vida a destruirse. Esto es lo que un padre debería decir a su hijo:
“No hagas como Kane. Trata las cosas como cosas, y a las personas como personas. No te rebajes, compórtate como humano”.




  • (Adaptado de Fernando Savater, “Lo que un padre debe decir a su hijo”, Summa, junio 1994, Edición 84, págs. 79-80).
  • Matínez, H. (2011). Responsabilidad social y ética empresarial. Bogotá: Ecoe Ediciones.

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